jueves, 19 de agosto de 2010

CAPÌTULO 3 - EL CHAJÀ DE AGUIRRE

EL CHAJÁ DE AGUIRRE


Su origen reconoce un tronco común con “El Tala”:

• 1819- Lorenzo López obtiene en merced “Las Dos Islas”

• 1822 -Juan José y Nicolás Anchorena compran “El Tala”.

• 1859 - Son sus herederos en línea directa:

Mercedes Anchorena de Aguirre “El Chajá”


Hijos y sucesores de Nicolás de Anchorena “El Tala”


LA MENSURA DE LORENZO LÓPEZ
 
Párrafos de “El Mamotreto” por Carlos Federico Ibarguren publicado en internet




El origen más antiguo conocido de las que más adelante sería las estancias “El Tala” y “El Chaja”, es una vieja mensura existente en el Archivo de la Dirección Geodesia y Catastro de la Provincia de Buenos Aires, en La Plata. Dicha medición fue practicada el 30 de octubre de 1815, por el Agrimensor de la Villa “en un terreno nombrado “Las dos Islas”: “Isla Larga”, e “Isla Redonda”, situado al otro lado del río Salado y partido de Chascomús, dado en merced por el Director Rondeau a don Lorenzo López, por decreto de 27 de Julio de 1819”. Eran las tierras que López había poblado más al allá de la laguna Kakel-Huincul, los dominios Ramos Mexía.

De la Villa trazó el plano en el que el campo aparece dibujado como un rectángulo compuesto de 3 y ¼ leguas de frente y seis de fondo. Eran sus límites: al Norte con Francisco Piñeyro y el yerno de éste, Pedro Blas Escribano (hoy partido de Maipú). El Este corría aledaño a las tierras de Joaquín Suárez, que llegaban al mar (Los Montes Grandes); al Sur confinaba con terrenos del Estado (más tarde serían “Macedo” y “La Argentina” de Leloir- Sáenz Valiente) y con los “Cerros de Bacaloncoy”, fiscales en aquella época; al extremo Oeste se dilataba un ancho espacio de pampa vacía o tierra pública, repartida en el futuro entre “La Merced”,”La Fe”, “El Retoño”, “La Loma de Elso”, “La Constancia”, “Santa María”, “San Enrique” y “El Espartillar”. En 1815 estas tres últimas estancias - derivadas de “Mari Huincul”-, ya no aparecen bajo el dominio de Ramos Mexía sino del Gobierno.

1822 - El 8 de julio de 1822, los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena compraron a Lorenzo López el campo denominado “Las dos Islas” que luego llamarían “El Tala”.

Se deja constancia de la operación en tres documentos: Dos recibos firmados por Lorenzo López, donde éste reconoce haber recibido la totalidad del precio de venta, y, posteriormente la respectiva escritura traslativa del dominio.

Primer recibo: “He recibido del Sr. D. Juan José Anchorena la cantidad de quinientas onzas de oro (que equivalían a 8.500 pesos) por cuenta de su estancia Dos Islas, que tengo vendida, y le doy este recibo provisional hasta que se extienda la escritura de propiedad a favor de dicho Señor; y para que conste lo firmo en Buenos Aires a 9 Junio de 1821 -Lorenzo López”.

Segundo recibo: “He recibido del Sr. Juan José Anchorena tres mil quinientos pesos, último resto de doce mil, en cuya cantidad le tengo vendida mi estancia de Las dos Islas, que ya tengo entregada , restando solamente extender la Escritura de venta, que se hará en el momento que dicho Señor lo exija. Y para su resguardo, mientras se verifica ésta, le doy el presente en Buenos Aires a 30 de Julio de 1821 - Lorenzo López-.

El 13 de Junio Juan José le había escrito a Nicolás que estaba en Montevideo:”... Piensa a cuyo nombre pondré las Dos Islas... Piensa si las Dos Islas las pondré a nombre de madre...”.No fue así, porque el 8 de julio de 1822 se protocolizo la compraventa en el Registro Nº 2 del Escribano José Cabral la escritura que deja constancia que “Lorenzo López vende a los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena, la estancia de su propiedad conocida con el nombre de Las dos Islas, sita a cien leguas al sur de esta ciudad, con tres y cuartas leguas de frente al Este y seis leguas de fondo al Oeste; con todo lo que corresponde y pertenece en virtud de denuncia que hizo Lorenzo López ante el Sr. Intendente de esta Provincia, Brigadier General Miguel de Azcuénaga, de la merced de dicha estancia y lonja ante el Excelentísimo Señor Director Supremo del Estado, se la otorgaron por auto del 27 de julio de 1819, como consta en los títulos librados a favor de López”.

El 14 de diciembre de 1831 falleció Juan José Anchorena por lo que “El Tala” y las otras estancias que poseía en condominio con su hermano Nicolás, pasaron a ser administradas por éste, por voluntad expresa del difunto; en adelante, la antigua sociedad fraterna continuó desenvolviéndose entre el tío sobreviviente y sus sobrinos los Anchorena Ibáñez.

El 8 de febrero de 1852, a los seis días de caer Rosas, fue nombrado Juez de Paz del Tuyú por un año don Matías Ramos Mejía. Firma el nombramiento el Gobernador interino de la Provincia Vicente López y Planes. Ramos Mejía traslada entonces el Juzgado y el archivo correspondiente a su estancia “Mari Huincul”. Con posterioridad harían idénticas mudanzas, a sus respectivos dominios campestres, los funcionarios sucesores de aquél; en 1856 Apolinario Bellido a “La Felicidad”, en 1859 Nicolás Lastra a “Los Zorzales”, en 1860 Alejandro Leloir a “Macedo”, en 1863 Emiliano Aguirre a “El Chajá”, y en 1864 Enrique Sunbland de nuevo a “Mari Huincul”.

El 24 de mayo de 1856 fallecía en Buenos Aires Nicolás de Anchorena y el prolongado condominio sobre tantas estancias que él mantenía con sus sobrinos, los hijos de su hermano Juan José, siguió vigente entre éstos y sus primos los herederos de aquél, presidiendo la sociedad doña Estanislada Arana de Anchorena, viuda del desaparecido potentado.
1859


MERCEDES ANCHORENA DE AGUIRRE HEREDA “EL CHAJÁ” DE SU PADRE JUAN JOSÉ ANCHORENA
LA HEREDERA

A dos años del fallecimiento de Nicolás de Anchorena, el juez comisionó al Ingeniero Raimundo Prat para medir y dividir el campo de los sucesores de Juan José y Nicolás, en “las inmediaciones de la laguna del Tala y lugar denominado también Las Dos Islas, Partido del Tuyú”. Dicho perito sobre el terreno, el 17 de enero de 1859, comenzó a medir “la parte que ha correspondido a Doña Mercedes Anchorena de Aguirre, hija de don Juan José Anchorena, junto al “denominado mojón del Chajá”. La mensura determinó así los límites:


El Norte, con “San Simón” de Alzaga, el Oeste con “Mari Huincul” de María Antonia Segurola de Ramos Mexía y con campo del Gobierno reclamado a la sazón por los herederos de Jacinto Machado. Pasados cincuenta años, ese campo se llamará “El Retoño”. Al Sur, con “Loncoy” de Segismundo y Herrera; y por ultimo al Este, con “El Tala” propiamente dicho, condominio hasta entonces de los primos hermanos Juan y Nicolás de Anchorena Arana. “Resulta de esta división, que correspondiendo a doña Mercedes Anchorena de Aguirre diez y media leguas cuadradas en propiedad, se halla en posesión de un terreno del Estado, contenido dentro de los límites que le asignan sus mojones, compuestos de media legua cuadrada”.

Concluida la medición Manuel Alejandro Aguirre se traslado a la estancia de su consorte que ya poblaba en sociedad con su hermano Emiliano Aguirre desde 1858.

Hasta 1877 Manuel Alejandro Aguirre mantuvo la sociedad con su hermano Emiliano y puso en marcha la estancia, ya independiente de El Tala.

En 1877 se constituyó una sociedad entre Manuel Alejandro, Emiliano y los hijos del primero: Manuel José y Hortensio, estos dos como dueños del campo que habían heredado de su madre. La sociedad se disolvió al dividir el condominio el 11 de julio 1881 por muerte de su madre doña Mercedes Anchorena de Aguirre, en la sucesión de ésta. Se les adjudicó por mitades el campo “El Chajá” que dividieron en dos lotes iguales, bajo los números 1 y 2, compuesto cada uno de cinco leguas cuadradas, y media más el décimo de otra legua semejante. Pero como la 1° fracción estaba en mejores condiciones para proseguir con el negocio rural, mientras que la 2° convenía arrendarla, acordaron justipreciar, en sobres cerrados, el valor de aquel lote Nº 1; la oferta de Manuel José fue mayor en 200.000 pesos que la de Hortensio. En razón de ello se le adjudicó así:

• Manuel José Aguirre, lote Nº 1, “El Chajá”

• Hortensio Aguirre “El Lucero”, lote Nº 2

Manuel Alejandro Aguirre y su hijo Manuel José formalizaron una sociedad pastoril para explotar las 5 leguas y pico de “El Chajá”. El padre aportó el capital en haciendas y el hijo aportó la estancia con todas sus poblaciones. El padre dirigió el negocio en la ciudad, mientras Manuel J. manejaba el establecimiento en el campo. Los gastos y mejoras corrían por cuenta de éste último, ya que quedaban en la estancia.

Al cabo de tres años se dio por concluida la sociedad y Manuel José Aguirre, pagado el capital social, quedó como propietario absoluto de todas las haciendas que pastoreaban en “El Chajá”, y de las viejas marcas del establecimiento: el ocho, los cuatro siete, la flor y el tirabuzón.


QUIÉN ERA MANUEL JOSÉ AGUIRRE
Párrafos de “El Mamotreto” escrito por su nieto Carlos Federico Ibarguren
En 1873 regresó a Buenos Aires Manuel José Aguirre Anchorena desde Londres a fin de ingresar en la Facultad de Derecho. Se alojó en casa de Hortensio y Damasia Sáenz Valiente Ituarte, primos hermanos de su padre en el barrio sur. Damasia, dueña de la estancia La Argentina, era casada con Jarbas Muñiz Barreto.


La guerra civil está a punto de estallar en todo el país a mediados de 1874. Con varios jóvenes Manuel Aguírre y su hermano Hortensio, simpatizantes de Mitre, a fin de evitar ser movilizados por el Gobierno, se trasladaron a Montevideo. Estalla la revolución a la que se van plegando los generales y los estudios quedan relegados.

Mitre, que estaba en Montevideo, desembarcó en el Tuyú con un abundante cargamento de armas, y allí se puso al frente de cerca de 10.000 insurrectos que había reunido Rivas, parte de cuya gente acampó durante algunos días en la estancia “El Chajá”, de Aguirre, precisamente en el sitio donde aún está el viejo galpón de los toros. Toda la hueste mitrista marchó luego como 70 leguas hacia el noroeste, y, en los campos de “La Verde” — actual partido de 25 de Mayo — resultó vencida totalmente por las fuerzas del Gobierno .

MANUEL JOSÉ SE HACE CARGO DE EL CHAJA
“Al finalizar el verano de 1875, Manuel Aguirre llega a la estancia que heredara en el Tuyú. Con la data: “Chajá” Marzo 15/75, el muchacho le dirige a su padre las siguientes líneas:


“Querido Tata: El 12 llegué aquí después de haber tenido un viaje espléndido y mui cómodo. Emiliano y Ramona (sus tíos) me dicen que te anime para que vengas por aquí. El viaje es cómodo; lo malo que hay en Dolores son los Hoteles, que son bastante malos, sobre todo para señoras. El portador de ésta será probablemente el Mayoral Castillo, con quien puedes entenderte si quieres venir. Creo que vale la pena de venir; yo nunca he visto esto tan lindo. Esta carta está escrita a vapor, porque la galera debe llegar dentro de un momento”.

Al año siguiente mi abuelo se casó en Enriqueta Lynch. Bondad, abnegación y delicadeza, fueron las características espirituales de mi abuela materna Enriqueta Lynch de Aguirre , que a lo largo de su vida le dio catorce hijos a su marido.

Manuel Aguirre se propuso dirigir personalmente su estancia “El Chajá”, en el partido del Tuyú.

Dos días de viaje requería el trayecto entonces para llegar a destino. El Ferrocarril del Sud salía de Plaza Constitución y sólo llegaba a Chascomús desde 1865, año en que los territorios que habían formado un solo partido, indistintamente con los nombres de Tuyú y Monsalvo se dividieron en dos. Al partido del Tuyú no se le designaron autoridades, lo que motivó que los estancieros Nicolás y José Herrera, Emiliano Aguirre, Alejandro y Federico Leloir, José y Alejandro Peña, Samuel Sáenz Valiente, José M. Areco, Carlos Guerrero y Luis Potet solicitaran al gobierno la designación de un Juez de Paz; cuyo nombramiento recayó, el 5-VIII-1872, en Emiliano Aguirre, que administraba “El Chajá”. Sin embargo el partido continuaría por más de tres décadas, hasta 1907, sin traza urbana (su Juzgado de Paz seguiría ambulando de estancia en estancia según donde residiera el titular del cargo: en “El Tala”, “Mari Huincul”, “El Chajá”, “La Unión de Peña”, “Macedo”, “Loncoy”, “La Felicidad”, “La Merced”.

En 1873 las vías férreas entre Chascomús y Dolores quedaron tendidas.

Entretanto, los pueblos no alcanzados por los rieles se vinculaban regularmente a través de mensajerías: por caso, “La Invariable Vascongada” de Vázquez y Aramburu que cubría el tramo Dolores, Ajó, Tordillo y Tuyú.; o la “Mensajería Pepíh” de José Devincenti cuyas galeras traqueteaban el largo recorrido de Dolores hasta Macedo, pasando por “El Vecino” (Guido), “Kakel”, “Santa Elena”, “Mari Huincul”, “El Chajá” y “Loncoy”.

A un costado de la estancia y laguna de “El Chajá”, se encontraba la esquina o pulpería a cargo en 1879 de José Soaje, negocio que antaño, a partir de 1863, regenteó, en carácter de habilitado, el vasco José Beristayn. En dicho almacén campero, a las veces posta, deteníanse las galeras para mudar caballos y proseguir su itinerario invariable: “Loncoy”, próxima parada de ida hacia “Macedo”.

Pero mi abuelo no viajó a su heredad campesina de ese modo: utilizó las galeras sólo como correo de sus cartas y paquetes. A la estación de Dolores — punta de rieles distantes 15 leguas, cortando campo, de “El Chajá” - acudía a llevarlo una amplia volanta propia de color marrón, cuyo pescante encabezaba al recinto de madera, de dos largas banquetas longitudinales paralelas, flanqueadas por seis ventanas y con su puerta detrás. Tiraban del carruaje cuatro caballos.”
LAS INSTALACIONES EN 1880

En la década de 1880, un conjunto de poblaciones — “las casas” — daban fisonomía peculiar a la estancia chajeña, al amparo del monte circundante: talas, ombúes, sauces, robles — ahora gigantescos después de más de un siglo —, larga calle de membrillos, álamos, acacias, eucaliptos, pinos, entre la innumerable arboleda que, año tras año, se fue plantando desde los tiempos del tío Emiliano.

En un espacio abierto de ese casco, alzábase sólida, de material blanqueado a la cal, la vivienda del patrón (24 varas de largo, 14 de ancho y 3 ¼ de altura), compuesta de siete habitaciones y comedor (gran mesa de caoba y cuatro grabados ingleses de carreras, ya en 1866). Todos los aposentos — menos uno de tablas — con pisos de baldosas y cielos rasos, marcos y contramarcos de madera. Las puertas exteriores se aseguraban con trancas, y con férreas rejas las ventanas, que por su tamaño parecían puertas. Siete columnas de fierro — otrora sin revestimiento — daban sostén, en la galería delantera, a un techo de ripia que cierta noche, en 1895, se prendió fuego, y hubo de ser reemplazado por otro incombustible, de chapas de cinc pintadas de rojo.

Al costado del albergue principal, estaba el rancho destinado a cocina y barraca. Sus pisos eran de adobe, los muros de ladrillos y tres mojinetes sostenían su cubierta pajiza. Más allá, como a media cuadra de distancia, levantábase el fogón de los peones, construido de ladrillos, con techumbre de paja y corredor a un costado. Incluía esa edificio el cuarto para el capataz y la cochera con portón de madera; y, a guisa de suplemento, una amplia ramada.

También en las cercanías, frente a un pozo de balde, otro rancho con muros y pisos de adobe y techo de esparto a dos aguas, servía de albergue a la peonada. (Entre ella el negro Ciríaco, antiguo mazorquero, cuya fábula legendaria de degollador sólo servía de cuco para amenazar a los niños, cuando se portaban mal).

Algo más lejos emplazábase el primitivo galpón, cerrado en sus cabeceras y costados por paredes de ladrillos franceses, con postes de ñandubay, puntales de palmas y tirantes mundays, en los que se apoyaba el techado pajizo. Y no he de olvidar al corral de lanares con lienzos de pino; como tampoco el de encerrar hacienda vacuna, con su transcorral, para el que se utilizó palizada de ñandubay. Lo mismo en el gran palenque de 40 postes de dicha madera incorruptible, cavados en derredor de unos ombúses.


Falta agregar que la morada del patrón y la quinta anexa hallábanse protegidas entonces por una zanja y cerco vivo de cinacina, cuyo perímetro se circunscribió con cuatro hilos metálicos. Habían asimismo dentro del casco, dos potreritos y un alfalfar, recuadrados con alambres sostenidos por postes de ñandubay y de madera de coronilla. Cierto inventario de “la estancia principal” en aquella primera época, entre un cúmulo de utensilios, herramientas, aperos y otros elementos imprescindibles en toda explotación rural, consigna, tomados al azar: una carreta de bueyes y un carro de caballos; un lote de mangas para jagüeles; cuarenta bebederos de madera y cuatro de fierro.

PUESTOS, PUESTEROS Y VECINOS
En 1876, Manuel Aguirre se había presentado al gobierno solicitando permiso para alambrar la totalidad de su estancia.
Quince puestos — dos denominados “San Mateo” y “Cerrillos” — se diseminaban por el campo, con sus rancheríos de quincho y corrales de duraznillos, a cargo de puesteros ovejeros (casi todos vasco-franceses: Giraud, Arbelech, Cabana, Etcheto, Perochena, Estevon, Vincent, Granier, Cortelem, Echague, Marmous, y sólo cuatro criollos: Moyano, Mendoza, Reyes y Gallego); cada uno de ellos responsable de las distintas majadas.


Antaño los campos eran abiertos, señalados únicamente por mojones, y cuando se secaban las lagunas, la hacienda se dispersaba a la redonda leguas y leguas. Un recuento practicado en “El Chajá” hacia 1866, calcula en 2.000 vacunos el ganado disperso. Por eso, de tiempo en tiempo, se pedían apartes en las estancias cercanas: “El Tala” de Anchorena, “Loncoy” de Herrera, “Macedo” de Sáenz Valiente y de Leloir después, “La Loma de Góngora”, “La Laguna de Juancho”, “La Esperanza” de Zubiaurre, “San Simón” de Alzaga, “Mari Huincul” de Ramos Mexía, “La Felicidad” de Bellido y luego de Pita y Serantes.
Se esquilaba una vez al año, al despuntar la primavera. Los vellones, descoles, barrigas, cueros, sebos y demás “frutos”, se remitían en cinco o seis grandes carretas al puerto de Ajó, consignados a Juan Power, quien debía venderlos en Buenos Aires. Los puesteros iban a medias en el negocio de la lana.


Claro que estas ocurrencias y modos de explotación, y aquellas instalaciones fundadoras para darle categoría de gran estancia a “El Chajá”, se fueron quedando atrás, a partir del período que inicia allí mi abuelo Aguirre. En adelante, una nueva dinámica acelera y completa la mestización de la hacienda criolla originaria; se alambra y apotrera el campo con sentido funcional; se instalan molinos, mangas y bañaderos de ovejas; son modernizados los puestos.
Se esquilaba una vez al año, al despuntar la primavera. Los vellones, descoles, barrigas, cueros, sebos y demás “frutos”, se remitían en cinco o seis grandes carretas al puerto de Ajó, consignados a Juan Power, quien debía venderlos en Buenos Aires. Los puesteros iban a medias en el negocio de la lana.



NACE LA CABAÑA EL CHAJÁ
La superficie de la heredad llegará a redondear 11 leguas, mediante la incorporación de parte de “El Lucero” (que fuera del hermano Hortensio y le donara su padre a Manuel) y las posteriores compras a Ramos Mexía y a Cabrera, respectivamente, de “El Espartillar” y “El Retoño”; mientras en los enormes galpones del casco alcanzan su apogeo las cabañas de lanares y de bovinos. (El galpón de los toros fue planeado en 1883 por el arquitecto alemán Otto von Arnim, con puertas corredizas, 12 pesebres y altillo forrajero). Así, a justo título, en la historia de la ganadería argentina, Manuel J. Aguirre figura como uno de los principales criadores de la llamada “época clásica”.


De una carta de mi abuela Enriqueta Lynch a su cuñada Victoria Aguirre, que estaba en Europa, destaco los siguientes párrafos remitidos el 1º-XI-1882, desde “El Chajá”, en la consabida “galera” mensajera: “... San Isidro (la Chacra) debe estar ahora muy lindo, aunque dicen muy seco; por aquí también la hay; así es que te puedes imaginar lo que rezongará tu hermano al cabo del día por la falta de agua. Su entusiasmo por la Cabaña no disminuye; por el contrario, ya no le falta sino llevar su cama al galpón; todo el día se lo pasa allí... ha tomado un pastor alemán, recién llegado, para cuidar las ovejas finas; se entienden casi por señas, y yo creo que si no fuera por miedo que se rieran de él, se pondría a aprender el alemán”.

Respecto a los vacunos de “pedigree”, los primeros ejemplares “shorthorns” importados de Inglaterra con que mi abuelo se inició como cabañero, fueron 4 vacas y un toro “Boom”, comprados en 1882 por su Tata en la cabaña “Killerby”. Sobre este particular, mi abuelo, en la estancia, le escribió exultante a su tío Emiliano, el 7-1-1883: “Recibí su carta del 4 del cte. Siento mucho que los animales que ha mandado mi padre hayan llegado en tan mal estado como me dice. Hágame el favor de mandarlos por aquí para poderlos ver a gusto ... Tata no me dice nada, me manda el Catálogo de la cabaña, pero no me dice los nombres de los animales, ni cuanto han costado; estoy a oscuras. Sin embargo creo que el mejor toro será para mí, por que si, y por que creo estoy llamado a ser uno de los primeros, sino el primer criador de este país. Espero los mande pronto, porque estoy con fiebre por verlos”.

Los toros producidos en “El Chajá” se vendían particularmente. El primer remate público de los Booth de Aguirre se realizó en el patio Bullrich de Buenos Aires, el 24-IX-1891. Se subastaron cinco toros de 2 años.

En 1890 don Manuel había pensado mandar algunos de sus productos a la Exposición de la Sociedad Rural en Palermo, pero se echó atrás. Aunque el lector se sorprenda, en aquella época éste resultaba el itinerario y duración del viaje: Se cargaban los toros en pesadas carretas que lentamente recorrían 7 leguas — calculemos en 7 horas — desde “El Chajá” hasta la estación de Maipú. Ahí, tras largo aguardar, se efectuaba el trasbordo de las nobles bestias al vagón jaula del Ferrocarril del Sur: cuyo tren — “tren carreta”, por cierto — tardaba alrededor de 24 horas en su trayecto hasta la estación de Barracas al Norte. En este punto, tras detenerse un tiempo impreciso, enganchaban la jaula al Ferrocarril de la Ensenada, que partía rumbo al Retiro. Acá, luego de nueva parada, hacía el acople de la rodante armazón al Ferrocarril Pacífico. Este convoy, finalmente, depositaba los toros en Palermo. Todo el procedimiento, entre combinaciones, esperas y mudanzas de líneas para llegar a destino, hubiera durado casi tres días. No valía la pena, pues, acudir a un concurso rural con animales desbastados — por no decir devastados — al cabo de semejante trajín.


TESTIMONIO DEL DESCENDIENTE MARTÍN AGUIRRE, ACTUAL PROPIETARIO DE “EL CHAJÁ”


Mercedes Anchorena de Aguirre falleció antes que su esposo, quien siguió con la explotación. Fallecido Manuel Alejandro, y previa una división entre hermanos, hereda El Chajá Manuel José Aguirre, casado con Enriqueta Lynch Lawson.
Fallecido Manuel José Aguirre se divide la propiedad entre sus hijos, de donde nacen El Granado, Hinojales, Cerrillos. El Chajá le corresponde a Julián José Aguirre Lynch, casado con Adela Ocampo Vedoya.

A Julián José Aguirre Lynch lo heredan en forma indivisa sus hijos Adela Aguirre Ocampo de Rubio y mi padre Julián Aguirre Ocampo, casado con Maria Rosa Madero, mi madre.

Adela y Julián dividen el campo en 1978. A mi padre -Julián Aguirre Ocampo- le corresponde la fracción donde se encuentra el casco.

Fallecido mi padre en 1983, El Chajá fue heredado por su mujer Maria Rosa Madero de Aguirre Ocampo y sus hijos Julián Aguirre, Maria Aguirre y Martín Aguirre (o sea, yo). Mi hermana María falleció en 1998 y la heredaron sus hijos Ana y Fernando Peña.

Por lo expuesto se concluye:

Los actuales dueños de El Chajá, (organizados bajo el nombre de El Chajá S.C.A) descendientes directos de Juan José Anchorena y Mercedes Anchorena, más de 180 años después, somos mi madre Maria Rosa Madero, mi hermano Julián Aguirre, mis sobrinos Ana y Fernando Peña y yo, Martín Aguirre.

Firmado: Martín Aguirre




EL CHAJA SE DIVIDE


ESTANCIA EL GALPÓN


La enorme propiedad de Mercedes Anchorena de Aguirre se divide en tres: El Lucero que le corresponde a Susana Aguirre de Gómez; El Cardal para Rosa Aguirre de Balcarce y El Chajá de Manuel José Aguirre Anchorena, casado con Hortensia Lynch y su hermano Hortensio Aguirre.


Roberto Aguirre Lynch resulta heredero de El Galpón, estancia llamada así por un antiguo galpón que aún hoy presta sus servicios, construido para realizar las esquilas y almacenar las importantísimas cosechas de lana de una majada que llegaba a los 25.000 animales.

Roberto Aguirre Lynch vendió a Gabriel Latuf, y éste a su vez a Brian Smith, que es quien hace construir la casa en 1943, proyectada por los arquitectos Yalour y Fortín, ganadora de un premio por la pureza de su arquitectura colonial.

ENTREVISTA AL HEREDERO DE “EL GALPÓN” CARLOS MORENO VIVOT


El Galpón es un derivado del El Chajá que a su vez es derivado de El Tala. Abarcaba todo el cuartel III. Cuando Mercedes Anchorena se casa con Manuel Alejandro Aguirre, tuvieron dos hijas mujeres y un varón.

A Victoria, la hija soltera quien dedicó su vida a la caridad, fundadora de hospicios, le tocó la parte norte – El Cardal.

Rosa Aguirre, tomó el campo llamado El Lucero.

Manuel José Aguirre se queda con lo que se dio en llamar El Chajá Chico, (señala toda la parte oeste de norte a sur) que eran unas 14.000 Ha. El casco quedaba exactamente en la esquina, la estancia no era muy operativa con criterios de hoy día, porque estaba muy trasmano. Desde el casco de El Chajá hasta el puesto de El Galpón, había que recorrer una gran distancia.

Dicen los parientes que el casco estaba ubicado lo más cerca posible de Buenos Aires, y quizá así fue, ya que está a orillas del camino a Maipú.

El nombre de El Chajá se le debe a un cocinero mestizo con indio que tenía su rancho muy cerca del casco. Era un hombre ya mayor, que cada vez que tenía que llamar a almorzar, salía dando gritos imitando al chajá. A él le pusieron Chajá y a la estancia le dio su nombre. El casco, construido en 1886, es propiedad de Martín Aguirre y se conserva muy bien.

Manuel José Aguirre pintaba, era escultor, y se casó con Enriqueta Lynch. De allí la descendencia Aguirre Lynch, que son doce hijos. Siete varones, a quienes les dejó el campo. Una de sus hijas, María Eugenia Aguirre Lynch, es mi bisabuela casada con Carlos Ibarguren.

Manuel José Aguirre decidió repartir el campo en vida, dividiéndolo en siete estancias para sus siete hijos varones. Las mujeres no recibieron campo porque les legó propiedades en Buenos Aires. Más adelante compró a su hija Adriana El Espartillar en Maipú, quien lo vendió a su hermana mayor Mercedes. Mercedes Aguirre tuvo dos hijas, Susana y Marta Agote, primas hermanas de mi abuelo, quienes murieron en este siglo con más de noventa años de edad.

Manuel José Aguirre le compra a mi bisabuela M. Eugenia – otra de sus hijas mujeres que no habían heredado campo - El Retoño (Aguma SA en el plano) al que llaman así porque, entre la línea lindera del Chajá y la de ese campo formaban como si fuese un retoño de árbol.

Fue lo último que hizo en su vida, porque al regreso a su casa en Buenos Aires luego de firmar la escritura, abrió la puerta de calle para entrar, y se murió de un infarto.

Del Caja Chico derivan las siete estancias más conocidas en el partido que son: El Chajá (de Julián Aguirre), El Granado (de “Paco” Aguirre a quien llegué a conocer), Hinojales de (Hortensio Aguirre), El Galpón (de Roberto Aguirre), San Mateo (de Agustín Aguirre) La Verde (de Manuel Aguirre) y Cerrillos (de Rafael Aguirre, a quien también conocí).

Hoy es San Mateo, que pertenece a Enrique Pinedo, la única que conserva la superficie que tuviera -2524 ha.- en la sucesión de Manuel José Aguirre.

Cerrillos, que hoy es de Rosario Peralta Ramos, se mantiene bastante parecido pero ya en vida de Rafael Aguirre se vendió una fracción.

La Verde, que tenía más o menos la misma cantidad de hectáreas que hoy tiene San Mateo, le tocó a uno de los más jóvenes de los Aguirre: Manuel, quien murió al poco tiempo de tuberculosis, por lo que su propiedad nunca llegó a tener su casco propio. Quedó como pedazo de campo.

El Galpón abarcaba lo que hoy se conoce como El Carmen, más El Galpón de hoy, más El Pañuelo o San Miguel, eran 2500 ha. a ambos lados de la ruta.

Le tocó a mi tío Roberto Aguirre, quien modificó un puesto que había allí, junto a un galpón de esquila. Ese galpón es de los de antes, paredes de más de medio metro de ancho, columnas de pino tea dura, piso de machimbre de una pulgada lo que determinó que bastante maltratado, pero aún está. Al lado había un bañadero del que aún queda un vestigio. Él modificó ese puesto, dejó una parte para encargado, y acomodó el resto para alojarse con su mujer y sus hijos. En mis primeros años de casado yo también viví allí con mi mujer y mis hijos.


Tío Roberto sufre un revés económico y se ve forzado a vender el campo, que compra la sucesión de su madre porque no desean que salga de la familia.

De allí surgen: San Miguel comprado por Helena Aguirre de Villegas- Las Blancas- que hoy es de mi querido amigo Daniel Santos.

El Carmen, comprado por Adriana Aguirre de Huergo.

El Galpón adquirido por Gabriel y Antonio Latuf, quienes lo venden a un inglés, Brian Lyle Smith, que fue el que construyó la casa, el casco principal en 1943. Es el que figura en el plano a nombre de Adela Ibarguren.

Siempre se dijo de Smith era espía, que venía a hacer contraespionaje. Algo de eso habría, ya que él compró a principio de la guerra y se lo vendió a mi abuelo en el 49, después de la guerra. Cuando Roberto cambió el techo, al sacar el cielorraso viejo quedaba todavía un pedacito de cable escondido en el entretecho.

El inglés decidió vender, entonces mi tío Hortensio Aguirre, dueño de Hinojales, le pasa el dato a mi abuelo, Federico Ibarguren, hijo de Carlos. Entonces mi abuelo vendió un tambo que tenía en La Plata para comprar El Galpón, más por razones sentimentales que por lo que el campo era en sí.

La Verde, cuando muerió mi tío tan joven, ya había sido bastante loteado. Marta y Susana Agote vendieron una parte que su madre tenía allí, de la que compró una parte mi abuelo, y otra parte Don Rudecindo Acosta. Otro pedazo había quedado en manos de la familia, recuerdo esto porque debió ser por el año 74 más o menos. Un lote se vendió a Tomás Elorriaga, éste a su vez a Gustavo Lambertini, El Galpón hoy es parte de lo que fue la Estancia original y gran parte de lo que fue La Verde.

O sea que mi familia materna, desde el año 1949 está con El Galpón. Mi abuelo tuvo dos hijas: Mi tía Adela Ibarguren y mi mamá, Josefina. Por eso es que yo, desde mi nacimiento, estoy en El Galpón

El Retoño tenía una casa muy linda que hizo mi bisabuela, donde había un olmo que no se podía abarcar con los brazos. Mi abuelo siempre contaba que lo plantaron con su mamá cuando él cuando tenía 8 años.


Vine a Madariaga en julio del 89 hacerme cargo de la empresa rural. El campo estaba en una situación económica muy delicada. La casa estaba muy descuidada.

Don Osvaldo Esperón, quien fue muchos años encargado de El Lucero, comentó: “a Carlos le dieron este campo para que luche...” Bueno, salimos adelante.

La casa de la estancia, construida por el inglés Smith es bella y nostálgica, estilo colonial, de plácido aspecto con un tala centenario que da una gran sombra.

“Mi abuelo, que murió en 1999 con 92 años, ponía su silla en este corredor” dice con cariño. Muestra un cuadro de la casa pintado por Cecilia, su esposa.

Al llegar él y su familia la casa había estado cerrada durante 7 años. Para reciclarla se debieron cambiar todos los caños y cables, todo el sistema era peligroso o perdía. Hoy aún falta la pintura, que en gran parte ha desaparecido por el trabajo sobre las paredes, el techo y el piso.

En el patio hay un precioso aljibe con su brocal de dos columnas cuadradas de mampostería. Tiene un balde muy interesante, de cobre. Me explica Carlos que no pertenece a ese aljibe que hizo el inglés, sino a otro de mármol que había en el patio trasero de la casa de Francisco P. Moreno, quien era hermano de su bisabuelo.

“Mi papá, a quien le gustaba ese balde, se lo trajo y lo colgó en este aljibe. Funciona, pero el agua hoy en día sólo se usa para regar.”

Sobre la cornisa veo un pequeño campanario. Allí, resguardada con amor, una campana que ya ha acumulado su historia.

“Esta campana – explica Carlos – la puso el inglés para llamar a su encargado, que vivía en la otra casa. Cuando éramos chicos, con mis primos y hermanos sabíamos que al oír la campana teníamos que venir, que se nos buscaba sea para almorzar o por cualquier otro motivo, era un imperativo.”

Hay un lindo espacio en el parque, que ha sido acomodado por la familia para gozar del paisaje y tomar mate por las tardes, Tiene vista a la laguna El Galpón. Desde el aire, la laguna tiene la forma de una perfecta “U”. Se accede a ella desde este mirador. Los chicos tienen un bote para navegarla.


A las dos de la tarde el sol da de pleno sobre las ventanas de ese lado. Recuerda Carlos que el dormitorio y baño que dan a la laguna, los más luminosos de la casa, eran los de sus abuelos.

“Lo divertido que tiene este baño es la bañadera. Es un pozo azulejado en el piso que hizo el inglés. Él era muy amigo del dueño de El Cardal, don Tito Balcarce, quien contaba que una vez en un día helado de invierno, vino a visitar a su amigo luego del mediodía. Llamó y una voz de lejos le decía que pasara. Se fue guiando y lo encuentró al inglés en esa bañera, con el agua caliente hasta el cuello. Estaba muerto de frío, de modo que, al no saber cómo calefaccionarse, se había metido a leer el diario”.

Al puesto viejo, la construcción original, se le ha cambiado el techo. Reluce la chapa nueva en lo que fuera la vivienda del tío Roberto Aguirre.

Carlos cuenta que en este puesto vivió él un año de soltero y seis de casado. Allí fueron naciendo los primeros hijos, cuando la propiedad le fue destinada para trabajarla. Esta casa está dividida en dos. La parte de atrás donde vive el encargado, también ha sido reciclada.

El alero del frente estuvo sostenido por gruesas columnas de pinotea, que se pudrieron en la base, pero hoy han pasado a ser una bella mesa para comer asado “de la mejor madera con unas vetas espectaculares” dice Carlos.

Cuando se cambió el techo de la casa de Roberto Aguirre, al retirar el cielorraso de machimbre, encontraron- perfectamente cosidas a los tirantes- una especie de cortinas de junco de la laguna que tenían 90 años allí. Seguramente fueron colocadas para aislamiento, tanto del frío como del calor.

A cada paso observo la conservación y el amor por las tradiciones, el orgullo de un pasado de luchas rurales, la herencia como antorcha y testimonio, que esta familia ha logrado mantener intacta o reunirla cuando por alguna razón se desmembraba.

Hoy Carlos Moreno Vivot, Ingeniero Agrónomo, se ha ubicado en ese ancestral puesto de lucha y está logrando con éxito devolver a El Galpón su actividad productiva. Tiene un escritorio de administraciones rurales en pleno centro de Madariaga, es una persona conocida y amigable. Su familia se ha integrado a la sociedad lugareña, los niños concurren a una escuela de Madariaga y su esposa Cecilia se encuentra pintando la estancia para el proyecto del Centenario.


Raíces, pero también alas.



1894 – EL LUCERO SEDE DE AUTORIDADES


En 1894, a solicitud del Concejo Deliberante, Manuel J. Aguirre destinó a la Corporación Municipal una especie de islote rodeado de cañadones y caudalosos arroyos en el campo llamado El Lucero, dentro de su estancia El Chajá. Allí no se criaba ganado, ya que su acceso era muy difícil. Para llegar a lo que se dio en llamar “confinamiento” había que pasar a nado. Era intendente Nicolás Herrera de la estancia Loncoy y Emilio Herrera de la estancia San José era Juez de Paz. Pero habían delegado sus autoridades en sus secretarios: Diego Bracamonte, que además era Valuador y Pedro Moisá, que además era Jefe del Registro Civil, pues entonces no había escribano el El Tuyú.


Tan desfavorable era la ubicación, que se desterraba allí en castigo a los comisarios caídos en desgracia. Pasaron por ese purgatorio Vicente García, Juan M. Barros, José M. Montenegro, Teodoro Tisnés, Luis Aldáz, José Rodríguez, Herculano Benavides. Los policías debían llegar y salir de recorrida a nado y vadeando, con lo que éstas se espaciaban lo más posible, por lo que se produjo un crecimiento de la delincuencia.

Se hacía vida de campamento. En los ranchos mejorcitos vivían los empleados superiores con su mujer y en los galpones y oficinas el resto de los empleados. Con el correr de los años las necesidades empezaron a ser atendidas lentamente. Al conseguirse la Oficina de Telégrafo, el aislamiento ya no fue tan grande. Se habilitó una escuela a cargo de Hipólito Cemborain, Pedro Barbieri abrió una pequeña casa de comercio en el campo y Andrés Dorrego puso un boliche.

Los vecinos tenían muchísimos inconvenientes para llegar hasta allí a hacer sus trámites, casarse, anotar a sus hijos, obtener certificados y documentos, la mayoría de las veces sin medios para cruzar el agua. Esto trajo una mayor dependencia del patrón, en cuyas manos debían dejar prácticamente su vida.

ESTANCIA EL CARMEN


El instinto empresario surgió en muchos de los nuevos propietarios de las numerosas subdivisiones en que han devenido los latifundios. Muchos de ellos cambiaron la explotación, adaptando sus tierras a los nuevos tiempos. Así se han ido transformando en granjas productivas, competentes para abastecer a los grupos urbanos en las ciudades y playas de la Costa Atlántica. También han abierto sus tranqueras al turismo, con productos modernos muy buscados en el país.


El Carmen fue un descuidado monte que había al fondo de El Chajá, heredado por Adriana Aguirre Anchorena de Huergo y su esposo. Ambos embellecieron este campo, dándole su nombre, su actividad, su auge. A su muerte El Carmen fue legado a su sobrino Enrique M. Ibarguren Aguirre. Su hijo Juan y su mujer Cecilia Lozada vivieron allí y tuvieron un emprendimiento turístico, en la conciencia de estar habitando en tierras de sus antepasados. Fue un apiario de renombre, se vendió la mejor miel, se fabricaron excelentes alfajores.

El Carmen es un campo mixto, dedicado a la agricultura, ganadería y apicultura. Las tierras aptas son los albardones, característicos de la zona y muy fértiles, donde se logran cosechas de altos rendimientos en trigo, maíz y girasol. En ganadería se crían con preferencia Shorton y Hereford.

Hoy la estancia El Carmen ha sido adjudicada por herencia a Matilde Ibarguren, quien nos manifiesta su felicidad por la posesión de estas tierras cargadas de la historia familiar.


ESTANCIA SAN MATEO DE PINEDO


Perteneció a El Tala, luego fue parte de El Chajá


En 1937 fue adquirida por Federico Pinedo.


Su actual propietario es el doctor Enrique Pinedo.


Estas tierras provienen de la estancia originaria El Tala de Anchorena, que se dividió en dos por sucesión: El Tala para Nicolás y Juan Anchorena y El Chajá para Mercedes Anchorena de Aguirre.

Hay datos de una casa de negocios instalada en el campo El Chaja, y posteriormente de una sucursal San Mateo ubicada en la zona conocida como Lomas de Machado.

San Mateo perteneció a la Estancia “El Chajá”: nueve leguas en una esquina del campo, llamada Estancia “Nueva” propiedad de Don Manuel Aguirre. Al morir, deja una legua de campo (19.090 has.) a cada uno de sus nueve hijos. Lo que hoy es “San Mateo” le correspondió a Agustín Aguirre Linch, quien murió joven. Federico Pinedo compró el campo en 1937. La familia Pinedo cumple en este año del Centenario, 80 años en San Mateo.


El Señor Aguirre estaba casado con María Luisa Estrada, quien, al quedar viuda, se casó con Ricardo Bracht, que había estado casado con una hermana de Federico Pinedo, así que por casualidad la Estancia volvió a tener una vinculación familiar.

El Sr. Bracht, cuando se casó con María Luisa, le pidió a Pinedo la casa para pasar su segunda Luna de Miel y Pinedo se vio obligado a decirle que no, porque era el lugar donde había vivido con su anterior esposa,o sea su hermana.

El campo está compuesto por 2500 has., dedicadas a la cría de ganado. Desde 1998 se destinan anualmente 400 a la agricultura.


El parque del casco fue diseñado por un paisajista francés que vino con Charles Thays. Se nota en las avenidas de árboles. Enrique Pinedo fue compañero de Colegio de Carlos Thays nieto, quien era paisajista como su abuelo. Hay un monte de 22 has., más 5 has. en un potrerito que contiene algunas plantas importantes, las demás son de relleno, cuenta Male.

Entre las plantas más antiguas se hallan: el Alcanfor de 100 años, Cedro del Líbano, Roble, Araucaria, Vinca o Pervinca. El monte de Acacias Blancas fue talado hace 20 años para renovar y de paso sacar los postes para los alambrados.

Antiguamente el Parque era cuidado por tres personas, actualmente sólo uno es el encargado de las 20 has. Está dividido en sectores, como el Jardín de flores, que cuidaba la madre del señor Pinedo. Ella iba a las seis de las mañana a cortar las flores frescas para armar cuarenta floreros que distribuía en la casa.

Dentro del campo se encuentra la bellísima Laguna San Mateo, que le da el nombre a la estancia. Estuvo cercada con alambre tejido donde se criaban 700 nutrias. Hoy ya no funciona el criadero, ya que la moda femenina ha descartado las pieles naturales. En cambio bella la laguna es el placer y la diversión para los nietos de Enrique Pinedo y los turistas que visitan la estancia en verano.


El mobiliario rural y elegante, sencillo y de buen gusto, se mezcla con platos de Talavera del SXVII, alguno de plata antigua, y retratos familiares. Cada ambiente tiene su hogar de leña, y el sitio preferencial para la lectura con biblioteca y luz apropiada. Enrique Pinedo, miembro de la Academia Argentina de Historia, es autor de varios libros que muestran su erudición de investigador. Su esposa, Sofía Laferrere de Pinedo, ha dedicado sus afanes al libro histórico de gran interés para el alumno de nivel secundario, relatos agradables, de fácil lectura y orientación didáctica para el docente, uno de los cuales me obsequia gentilmente.


Magdalena Pinedo de Aldao –hija de ambos- nos recibe con sencilla cordialidad. A su alrededor corretean sus hijos. Ellos viven en el campo familiar. Recorremos la laguna San Mateo, enorme, ricamente poblada de especies animales y vegetales.

El campo tiene 2500 Has., dedicadas a la cría de ganado. Desde 1998, 400 se destinan a la agricultura.

Una amplia gama de especies exóticas forman fila india en las avenidas verdes: Eucaliptus australianos, fresnos, robles, cedros azules y del Líbano, araucarias misioneras y nogales americanos. Esas calles distinguen el diseño del parque trazado sobre la base de acacias blancas, cercadas por talas y espinillos, dos representantes de la flora autóctona.

Tiene un Laberinto con canteros rodeados de boj de 100 años, entremezcladas con agapantos y amarilis que dan el toque de color y los Acer Negundus, plantas frágiles que en verano no dejan pasar el sol. Pasan leves picaflores, churrinches como reflejos de fuego, tijeretas luciendo sus largas colas partidas, enormes palomas.

Una larga mesa nos espera bajo los árboles. Compartimos el almuerzo con los dueños de casa en animada conversación. Disfrutamos con mi familia la simple y a la vez refinada hospitalidad que nuestros anfitriones nos ofrecen mientras el ocaso va cambiando los colores y anuncia el momento de partir.


El casco, construido en 1902, está cumpliendo, en 1907- centenario de la fundación de la cabeza de partido- 105 años. En 1914 se edificó la actual casa, cuyos materiales fueron traídos de Europa. Se ha respetado su antigua estructura, realizando sólo las modificaciones que el confort exige, ya que fue proyectada para una familia sin hijos.

Una recorrida por el interior de la casa nos revela sus tesoros:


Sobre la chimenea hay una Colección de Platos de Talavera, España, del Siglo XVII, que ellos solitos juntan 300 años.

Otro plato interesante es el Plato del Cardenal, que representa el capello y las borlas cardenalicias con el escudo y las llaves, que simbolizan la entrada al Reino de Dios.

Sobre los estantes encontramos cerámicas alemanas, cajas florentinas, trofeos de golf y tenis de la mamá del señor Pinedo, cuyo recuerdo aflora con amor en cada detalle mostrado por el propietario.

Al hojear los libros de la biblioteca familiar nos damos cuenta que la historia de la familia no proviene del campo. Los Pinedo son abogados desde siempre. El Estudio de Abogados de Enrique Pinedo, fundado en año 1843, por el bisabuelo de Federico Pinedo tiene más de 155 años (todos menos Enrique se llamaron Federico).

Entre los volúmenes de Literatura Clásica Latina, Clásicos Españoles, Colecciones de Historia, biografías de personajes, están los que ha escrito Enrique Pinedo. Nos llama la atención una curiosa abreviación realizada por este minucioso autor, de la Colección de Códigos Españoles de 18.000 páginas titulado “Compendio de Legislación Española Antigua” en un libro de 200 páginas.


ESTANCIA "EL CARDAL" DE MANUEL GONZÀLEZ BALCARCE



Según nos cuenta Carlos Moreno Vivot, El Cardal se conformó con parte de la testamentería de Victoria Aguirre y el total de Rosa Aguirre de Balcarce. El heredero de madre y tía fue Manuel González Balcarce, lo que conformó una estancia muy grande hasta dividirse entre los cinco hijos de Don Manuel González Balcarce: Marcos, Manuel, Luís, Adela González Balcarce de Peralta Ramos y Magdalena González Balcarce de Dodero.



Previamente el Sr. Federico Peralta Ramos había comprado una fracción de Las Mostazas, adyacente al El Cardal, la cual anexó a la parte de El Cardal de su esposa Adela G. Balcarce.










3 comentarios:

  1. qué buenas publicaciones, felicitaciones, y muchas gracias, por compartirlos, esperamos más estancias !!!!

    ResponderEliminar
  2. Paraje "El Cardalito" Lindos recuerdos. El Cardal, lugar de mi infancia.... Muy bien documentado, con mucha precisión. Yo tambien estoy compilando informacion para hacer un pequeño compilado histórico.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar