jueves, 25 de noviembre de 2010

"LA ESPERANZA" DE VICENTE B. ZUBIAURRE

"La Esperanza" de Vicente Benjamín Zubiaurre

SE UBICABA EN TIERRAS DE LOS ANCHORENA, SIN FORMAR PARTE DE ELLAS.
SITIO DE FUNDACIÓN DEL PUEBLO Y COLONIA DIVISADERO EN 1907.

BENJAMÍN CARLOS ZUBIAURRE VENDIÓ EN 1915 A HORTENSIA AGUIRRE DE LELOIR. FUE HEREDADA POR MAGDALENA LELOIR Y AGUIRRE.


Casco original de estructura
colonial, con galerías perimetrales.
Cómo llega La Esperanza a manos de  de
VicenteBenjamín Zubiaurre
Fue escenario -en el principio de nuestra historia- de incursiones indias en busca periódica
 de caballadas salvajes entre sus bordes montuosos y lagunas, por lo que se la llamaba
 “Potrero de los Indios”.
En 1812 el Superior Gobierno hizo merced de estas tierras a Pedro Blas Escribano, hijo del
fundador de Chascomús en premio por sus luchas contra los ingleses en las filas de los húsares
de Pueyrredón y su participación con su primo hermano, el Coronel Martín Rodríguez, en la
Campaña Libertadora donde fue gravemente herido. Una vez recuperado se unió a la campaña
para adelantar la frontera sur, fundando la estancia “LA BUENA ESPERANZA”  -así llamada en
 honor a Nuestra Señora de la Buena Esperanza- en los Montes Grandes del Tuyú.
En 1814 fue adquirida por Pedro Castelli, soldado de San Lorenzo, en representación de la firma
Zimermann, Frazier y Cia., donde Castelli se desempeñó como encargado  y administrador hasta
1829, año en que adquirió una propiedad en la Sierra Volcán. Fue durante su estadía en La
Esperanza que el patriota Castelli estableció amistades y contactos con los principales
hacendados y encargados que posteriormente se unirían durante la Revolución de los Libres del
Sud.
l829 -Pedro Castelli declara que ese campo pertenece a la Firma Zimmermann, Frazier y Cía y
a Carlos Hutz.
l836- Las tierras son vendidas a Antonio Sanchez y Cía.
1839– Al estallar la insurrección de Los Libres del Sur en Dolores, Gervasio Rosas, que se
hallaba en la estancia El Tala, fue apresado por López Calvetti con toda su gente, armamentos
y pertrechos, siendo remitido a Dolores por orden del comandante Rico, de aquel punto, y como
medida de seguridad éste fue reconducido a el Divisadero, permaneciendo preso en la estancia
“La Esperanza”  que Castelli había vendido a Sánchez, hasta que los insurgentes fueron
derrotados en la Batalla de Chascomús.
Al inicio de la revolución, Castelli se encontraba en su estancia de Sierra Volcán, pero fue
proclamado jefe de la misma y derrotado en la Batalla de Chascomús por las fuerzas del Coronel
Granada y Prudencio Rosas. Huyó hacia la seguridad: los Montes Grandes del Tuyú. Pero,
alcanzado en los Montes de Monsalvo por una partida rosista, fue asesinado a lanzazos el 15
de noviembre de 1839. El sargento Juan Durán, conocido como “El degollador”, le cortó la
cabeza, que fue expuesta pocos días después en una pica a expectación pública en la plaza de
Dolores que hoy lleva su nombre.
1848 – El Coronel del Valle, jefe de las fuerzas acantonadas en la frontera Sur expide la baja del
“capitán don Benjamín Susbiaurri, quien venía a ocupar el puesto de mayordomo en las
estancias que en las costas del Arroyo Grande poseían los señores Anchorena
l849 -Antonio Sanchez vende el campo a Juan Melazo quien, en 1850 declara ante escribano
que la mitad pertenece a Vicente Benjamín Zubiaurre.
l850 -El 27 de mayo de 1850 se realiza la operación de traspaso de ese establecimiento a
manos de Don Benjamín Zubiaurre.
Los Zubiaurre o Susbiaurre son originarios del pais vasco, desde donde emigraron a la Argentina.
Su familia tiene un escudo - como todos los apellidos españoles – donde vemos un puente sobre
un río, con una torre en medio del recorrido. Zubiaurre significa “torre sobre el puente”.
Antiguo empleado de Rosas en “Los Cerrillos”, Zubiaurre fue soldado del tercer cívico -junto con
Roque Baudrix- en los sucesos anárquicos de 1820; Capitán en el Tandil, y finalmente, luego de
su baja en el año 1848, se desempeñó como mayodormo de las estancias que poseían los
Anchorena en las costas del Arroyo Grande.
Al hacerse propietario de la totalidad del campo, Benjamín Zubiaurre comienza a desarrollar la
producción. A esta altura ya había amasado una gran fortuna y adquirido “La Porteña” y otros
campos en la provincia. Era calificado con justicia como “opulento hacendado al Sur del Salado”.
“La Esperanza” es la obra de Zubiaurre, donde reside durante largas temporadas y despliega en
plenitud su afición a la cría de caballos, logrando con el tiempo darle mucho renombre a las
caballadas de los Montes Grandes, por las que obtuvo importantes premios en las primeras
muestras rurales celebradas en el país.
Zubiaurre ha dejado un fecundo anecdotario en la comarca, ya que tenía una fuerte personalidad
de singulares matices y reacciones inesperadas. Fue muy apreciado por su carácter frontal y
honesto.
l860 -El Agr. Justiniano Lynch realizó otra mensura de La Esperanza, donde se consignan como
referencias topográficas el casco de la estancia, Laguna “La Larga”, el “Puesto de Tropillas” y la
casa de Negocios (la que posteriormente fue “La nueva Esperanza”, de Pedro Bidalun)
l864 –El censo ganadero arroja que la estancia La Esperanza poseía 1.500 vacunos, 750
yeguarizos y 4.300 lanares. Diez años más tarde se contaban 5.000 vacunos, 2.100 yeguarizos y
12.000 ovejas.
1869 - Benjamín Zubiaurre alambró su campo.
1872 –Nacimiento de Benjamín Carlos Zubiaurre, último hijo de Benjamín Zubiaurre y Josefa Pinto
Meneses, quienes tuvieron quince hijos.
1879 -Huérfano a los 7 años, el pequeño Benjamín Carlos fue a vivir a París con su hermana
Dolores, condesa de Biadelli. Sus tierras en estos pagos eran administradas por su apoderado de
apellido Fonrouge.
l886 – Las propiedades rurales de Vicente Benjamín Zubiaurre se adjudican en partes iguales a
tres de sus hijos: Benjamín Carlos, Mariano y Dolores. Benjamín Carlos recibe “La Esperanza”
con las tierras del “Divisadero”.
Mariano y Dolores Zubiaurre reciben La Porteña, en Invernadas, que venden a Botto e hijos y
Orosimbo Althabe.
Benjamín Carlos pasó la niñez y juventud con su hermana Dolores, condesa de Biadelli en París.
Gran parte de su vida transcurrió en “la ciudad luz”, donde obtuvo grandes triunfos turfísticos
con sus caballos “Pisci” y “American Bay”. Llegado al Tuyú -donde administraba sus intereses el
señor Fonrouge-  con las finanzas magulladas, se instaló en “La Esperanza” que contaba en esa
época con el casco y unos pocos terrenos adyacentes, donde tenía un o     un
haras.                                                                                                                                                                                                         
l904 -Benjamín Carlos Zubiaurre junto a los propietarios de los campos vecinos Eduardo Castex,
Carlos Guerrero, Agustín Acosta y otros, solicitan a la Empresa Ferrocarril del Sud la construcción
de un ramal desde Gral. Guido a Juancho.
1906 - Zubiaurre vende a esa Empresa 298.598 m2., con destino a la Estación y vías. En el KM.
71.687 conocido como “Lomas del Divisadero” se construye la Estación con el nombre
DIVISADERO.
l907 -El ramal se inaugura provisoriamente. El primer tren correrá el 7 de noviembre.
En marzo Zubiaurre presenta al Ministerio de Obras Públicas bonaerense la solicitud de aprobación
de la funadación de un pueblo en terrenos de su propiedad, contiguo a la Estación.
El Gobernador lo aprueba en Octubre.
La propuesta de Zubiaurre fue acompañada con un plano del agrimensor Bernardo Meyer en los
que se designaban los lotes para la Municipalidad, Policía, Iglesia, Escuelas, Plazas y Cementerio
y se solicitaba conservar el nombre de Pueblo y Colonia Divisadero, trasladando las autoridades.
Caso contrario, Zubiaurre manifestaba que se llamaría “Pueblo y Colonia Zubiaurre”.
EL 8 DE DICIEMBRE SE REALIZA EL REMATE DONDE
LA HISTORIA DEL PUEBLO Y COLONIA DIVISADERO
Y LA ESTANCIA LA ESPERANZA TOMAN CAMINOS DIFERENTES
1907 -Al fundarse el Pueblo y Colonia Divisadero, La Esperanza estaba arrendada: mitad a
Gregorio Sierra, quien tenía su almacén de Ramos Generales en la zona de la estación- llamada
Divisadero- y el resto a un señor Estanga. Benjamín Carlos se reservaba sólo el casco con
potreros adyacentes. El remate de tierras estuvo totalmente a cargo de Etchegaray por
encargo suyo, mientras él residía la mayor parte del tiempo en Maison Laffitte, en las
proximidades de París.
Desde el mes de Febrero de aquel año, don Celestino Deluchi se hallaba en “La Esperanza”
terminando varias construcciones para venir luego a instalar en las quintas números 50 y 55 el
primer horno de ladrillos, con los cuales debía cumplir su hermano Juan B. Deluchi un contrato
para edificar en los loteos vendidos.
Cuenta Raúl Zalguizuri en el periódico Tribuna: “El hombre que pasó bajo su martillo lote por
lote las primeras tierras del ejido urbano de General Juan Madariaga, era un veterano que se
había iniciado en el oficio en el año 1890. Nieto de don Mariano Billinghurst, hombre que en su
época propulsó con entusiasmo las ventas de tierras en subasta, en la Capital Federal y sus
aledaños. Como respondiendo a una característica consanguínea, el señor Etchegaray fue un
hombre decididamente progresista y ya en 1896 fundó en Buenos Aires una casa de remates
que giró bajo la firma de Méndez Frías, Etchegaray y Cía. Cuatro años después, disuelta dicha
firma, don Arturo ingresó como martillero en la casa de Collet y Llambi, de la que se separó en
1902 para instalarse con su sola firma, en la casa donde le conocimos, en Cangallo 472, de la
Capital”.

1915 – Se vendió La Esperanza a la sra. Hortencia Aguirre de Leloir. Días después,
Zubiaurre se instaló en una propiedad suya en la Avenida San Martín, rodeado de servidumbre.
Sus mucamas, dice el historiador Velásquez, eran señoritas de antiguas familias radicadas en el
pujante pueblo fundado por él hacía ya 8 años.  Allí tuvo el primer corral de ferias, justo frente
al sitio donde estaba la esquina de Sierra, que fue adquirida años después por Salvador Arce.
DIVISADERO (General Madariaga) fue para Benjamín Carlos Zubiaurre el centro de sus afanes y
continuó trabajando para su desarrollo en el local de remate y feria de su propiedad hasta que
se marchó a La Plata donde falleció el 30 de julio de 1934. Sus restos descansan en el
cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires.
En la actualidad la estancia pertenece a la señora Marta Fernandez Górgoras, cuya madre,
Mercedes Leloir y Aguirre, fue hermana del Premio Nóbel de Química Dr. Luís Federico Leloir.
El casco de esta histórica estancia fue hasta 1960 de una sola planta. Hoy se le ha construido
un piso superior sin tocar su estructura original. Pintada de color rosado, sus galerías
acogedoras están sombreadas por las enredaderas; en el jardín se conserva un cañón que
procede de un antiguo fortín donde don Vicente Benjamín padre prestó servicios en sus luchas
contra el indio.
El antiguo galpón de esquila, valiosa construcción que perdura en el tiempo, conserva el
malacate sobre el piso superior, sus aberturas “ojo de buey”, las molduras del techo y
un medallón de mampostería con el año de su construcción, – 1908 - cuando el pueblito
fundado sobre estas tierras tenía sólo un año.

 


PROPIEDAD DE BOTO E HIJOS Y OROSIMBO ALTHABE EN UN PLANO DE 1929

“A culata de carro”
UNA ANÉCDOTA DE DON VICENTE BENJAMÍN ZUBIAURRE
Publicado en el  Periódico “El Argentino” en agosto de 1923
Allá por los años 1888 o 1889 era dueño de la importante casa El Divisadero don Gregorio Sierra, español de nacimiento y comerciante si los hay, su carácter afable y su corazón generoso habían captado las simpatías de lo poco menos que desiertos parajes conocidos por los Montes Grandes, sin vías de comunicación, pues solamente se aventuraba una galera que salía de Maipú y tardaba tres días en llegar a su destino.
Don Gregorio – como generalmente se lo llamaba – había reunido en su casa todas las dependencias necesarias: había almacén, tienda, zapatería, herrería, médico, que era el español don Domingo Bravo, botica a cargo de don Cristóbal Palma, en fin, allí en la casa se podía buscar y se encontraba lo que necesitasen los habituales de aquella zona.
Allí caían los matreros con sus cargueros de cueros de nutria, cerdas y algunos cueros de vaca alzadas que pululaban por los montes. Todo les compraba don Gregorio. El matrero hacía su provisión de “vicios” y regresaba a los montes, donde tal vez la china le esperaba ansiosa de ver los vistosos percales que le llevaba y su hijito las sabrosas masitas de la pulpería.
Era encargado del almacén y jefe de la casa Don Manuel Rama, español también y sumamente bueno, quien representaba al Sr. Sierra en todos los negocios con competencia indiscutible.
Eran clientes principales de la casa, don Benjamín Zubiaurre, don Pedro Estanga, El Tala, La Florida, donde era mayordomo don Serapio Flores y muchas otras firmas y grandes estancieros a quienes atendía solícitamente don Gregorio, como asimismo cualquier vago alzado – que había bastantes – a todos dejaba conformes don Gregorio.
Se contaba entonces una anécdota de don Vicente Benjamín Zubiaurre, recientemente muerto, la que don Gregorio contaba así:
Don Benjamín era cliente y amigo de Sierra, a quien dispensaba su confianza y ayudaba en toda forma, pero, como es sabido, Zubiaurre era un hombre excéntrico como pocos. Un día va Sierra con una tropa de carros a recibir las lanas del establecimiento “La Esperanza” que  había comprado. Al entrevistarse con don Benjamín le dice que, de acuerdo a lo convenido, viene a llevarse la lana, a lo que éste contesta:
-Muy bien, gallego, pero ya sabés nuestro trato. A pagar a culata de carro.
Don Gregorio, que conocía lo bromista que era Zubiaurre, no hizo mayor caso de la cláusula aquella, aunque volvió a repetírsela varias veces.
 -Ya sabés, che gallego, el pago a culata de carro.
Cargaron la lana, previa pesada, etc. y cuando Sierra se iba a despedir y dar la orden de partida a los carreros, le dice don Benjamín:
-¿Che, gallego, cuánto importa la lana? …¿y la plata?
Como es de suponerse, don Gregorio ni se imaginaba lo que iba a ocurrir allí, y como Zubiaurre se pusiera serio, comenzó a darle bromas y a desviar la conversación, pero cuando don Benjamín vio que los carros se iban a marchar le increpó:
-¡Pagame o descargá la lana!
Sabía Sierra que Zubiaurre no se andaba con “paños tibios” cuando se encaprichaba y comenzó a picarle la aventura. Trató seriamente de disculparse por no haber traído el dinero, pero don Benjamín estaba empecinado; le ofreció Sierra darle giro sobre Buenos Aires pero nada conseguía, pues no salía de sus trece:
-Ya te había dicho que el pago sería a culata de carro.
Entonces Sierra tuvo la inspiración del momento, y como conocía bien a su contrincante, comenzó a lamentarse que descargaría la lana e iría a buscar la plata a Maipú, que bien merecido se lo tenía por no hacer las cosas bien, como decía don Benjamín, etc.
Éste ya estaba desarmado, así que le dice:
-Bueno, decime gallego cuánta plata necesitás para pagarme la lana. Sierra sacó la cuenta y le dijo cuántos miles de pesos. Entonces Zubiaurre, con toda calma, da vuelta  su tirador, y sacando el dinero le dice:
-Tomá, te voy a prestar la plata. – Y uniendo la palabra a la acción, le entregó la plata a Sierra, que no sabía lo que le pasaba.
-Bueno, - le dice don Benjamín – ahora que tenés  plata pagame la lana; así lo hizo don Gregorio y don Benjamín, al despedirlo, le dice:
-¡Ya sabés gallego que me debés tantos miles de pesos que te presté para que me pagaras la lana!..
Esta anécdota muestra de cuerpo entero los hombres que actuaban en aquellos tiempos y en aquellos parajes.
Nota de la autora: no se firmaron papeles, no hubo pagarés, no intervinieron bancos. Era el valor de la palabra, infinitamente superior a todas esas formas. Fue aquél el tiempo y el lugar en que el hombre no necesitó de disfraces burocráticos para vivir su vida.

Ferrocarril  y Pueblo Nuevo para el Tuyú
La traza del Ferrocarril del Sud que se extiende entre Gral. Guido y Juancho y su habilitación en 1907, instala una de sus estaciones en el campo La Esperanza de Benjamín Carlos Zubiaurre. Este hecho define el asentamiento de un centro urbano en el Tuyú y facilita la iniciativa del hacendado de fundar un pueblo en su propiedad. Se terminan las postergaciones, los interminables artificios legales y burocráticos que se iban ramificando y desprendiendo unos de otros. Allí, a un paso de Juancho, las inciertas orillas marinas se habían acercado. El horizonte abierto no se hacía patente aún, pero se aproximaba.
Pasaba don Benjamín Carlos por aprietos económicos que podían paliarse con el dinero rápido de un loteo.
Las familias lanzadas de los campos de Guerrero, con sus carros atestados de pobres pertenencias y minúsculas majadas, se incorporaron al esbozo poblacional de “Pueblo Nuevo”. Se iban acercando tímidamente, como “agregados”, pequeños arrendatarios o poseedores al fin de la firme ventura de la tierra. El resto vagaba de un lado a otro con un solo deseo que ya era obsesión: hacerse propietario de un terreno para hacer su vivienda y reiniciar una vida. Un vecindario silencioso que estaba, que era el número necesario para establecer un pueblo, con sus oficios, sus familias, su escuela. Con sus ilusiones intactas, en la inmensa pampa con ferrocarril y con esquinas de campo se fueron juntando espontánea y amorosamente en torno a estas manifestaciones urbanas, trabajaban en los hornos de ladrillo, en los obrajes o haciendo changas en las estancias. Ya había un pueblo allí, ansioso y expectante. Una vez más, el polo de desarrollo que históricamente fue una estación de ferrocarril, estaba funcionando. Se consolidaba así este frágil esbozo de pueblo.






 
      Esta realidad socioeconómica, advertida por la experiencia de un rematador visionario que se llamó Arturo Etchegaray, unida a la traza del ferrocarril, decide el remate de solares, quintas y chacras, realizado el 8 de diciembre de 1907. Zubiaurre había instalado  hornos  de ladrillos bajo la dirección de los albañiles Celestino, Víctor y Carlos Deluchi  y obrajes con aserraderos para facilitar la venta de lotes y posterior construcción de viviendas. También estaba construyendo su propia casa. Salió un tren desde Constitución, que se detuvo a levantar futuros colonos en Guido, Maipú y otros pueblos. También llegaron compradores en sulkys, volantas o caballo desde Lavalle (Ajó), Vidal (Arbolito), Ayacucho y Dolores. La publicidad previa y la buena organización determinaron el éxito del remate.
      No existe piedra fundamental ni acta de fundación, pero el minucioso detalle de las ventas de ese primer remate, son el documento que le ha dado fecha de nacimiento al pueblo.
Dice en el expediente del trámite de fundación: ...”A pesar de tener gobierno comunal con rentas suficientes y ser uno de los más ricos de la provincia de Buenos Aires por la importancia de sus establecimientos ganaderos, sus grandes lagunas de agua salada donde se explota la pesca, los inmensos montes de tala – conocidos como Los Montes Grandes – cuya explotación en gran escala sólo espera las facilidades del transporte, carece de pueblo, y sus autoridades se encuentran ubicadas en casillas de madera a orillas del mismo partido, en un campo de propiedad particular.”






La Porteña




 
 

martes, 14 de septiembre de 2010

ESTANCIA MACEDO DE LELOIR

ESTANCIA MACEDO DE LELOIR

Propiedad original Sáenz Valiente - Leloir
Reparto por sucesión en 1870:
Laguna del Maestro: Casto Sáenz Valiente
Macedo: Alejandro y Federico Leloir
Arroyo Chico: Anselmo Sáenz Valiente

Cuando comencé la investigación sobre Macedo encontré –por tratarse de una de las estancias fundacionales – laguna historia escrita y coincidente. En un remate de la firma Soto en la estancia San José, conocí al hacendado e industrial Sr. Máximo Leloir, actual propietario del casco Macedo. Las posteriores visitas a la estancia, mis lecturas, sumadas a los datos e imágenes proporcionados por el  amable Sr. Leloir, fueron conformando esta reseña. 


Allá por el 1700 comienza esta apasionante historia, con ribetes fuera de lo común. Era dueño de estas tierras el cacique Macedo, de quien se dice que fue oriundo de una zona de Brasil llamada Maceio. El sacerdote inglés Thomas Faute compra a Macedo las 33.000 hectáreas. La historia/leyenda dice que se entregaron como pago muchos objetos de vidrio -tan preciados por los aborígenes- entre otros bienes.
Faute, sin haber trabajado nunca la tierra, la vendió a José Lastra, rico ganadero de Chascomús, quien tampoco inició ningún tipo de explotación.
Otra versión sigue el rastro de un paraje al que se denominó “La Espuela Verde”, que midiera en 1811  Lucio V. Mansilla, agrimensor empírico, por encargo de Vicente Montes. Éste traspasó la tierra a Juan Tindall y éste a José Lastra.


En 1825 el agrimensor Felipe Senillosa es encargado de hacer una mensura a partir de un mojón al sur de la Laguna Martín García en terrenos de Macedo. Son testigos los linderos Joaquín Suárez, Juan Manuel de Rosas en representación de los Anchorena y José Herrera por los herederos de Segismundo. Se amojonó de a media legua tomando como límite los médanos.
Concluida la demarcación, Lastra vendió a Francisco y Casto Sáenz Valiente su propiedad de 15 leguas cuadradas ubicada en las inmediaciones de la estación Monsalvo. Estos hacendados, con muchas propiedades ya en la provincia, inician por fin una explotación en base a las caballadas cimarronas que durante tantos años se habían reproducido en esa tierra virgen.
Don Gervasio Rosas fue administrador del establecimiento Macedo durante la década del 40’. Hombre experimentado en organizar una estancia, gozaba de prestigio y popularidad. Estaba vinculado a Anselmo Sáenz Valiente y su esposa, Juana Pueyrredón  por lejanos parentescos y una gran amistad. Al fallecer soltero y enemistado con su familia, don Gervasio legó a este matrimonio su estancia Rincón de López.

El establecimiento Macedo llegaba hasta la costa y eran muy comunes los naufragios en la zona donde ahora se encuentra el faro Querandíes. Los restos de los naufragios sin sobrevivientes desaparecían en manos de los puesteros cercanos a la costa, quienes se apropiaban de cuanto objeto arrojara el peligroso mar.

EL ALMIRANTE BROWN EN MACEDO
En 1825 se declaró la guerra entre el imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata. El gobierno de Buenos Aires confió al almirante Guillermo Brown la defensa ante la poderosa escuadra brasilera.
En 1826, para aliviar el asedio de la escuadra brasilera sobre Buenos Aires, el gobierno compró tres corbetas en Chile, que fueron bautizadas con los nombres de Buenos Aires, Chacabuco y Montevideo y fueron despachadas a través del estrecho de Magallanes. Para recibirlas el almirante Brown llegó a las costas del Tuyú viajando en carruaje por rústicos parajes, de posta en posta hasta el acantonamiento Kakel, en la frontera contra el indio. Allí le dieron 40 hombres al mando del coronel Saejos. Atravesó la Laguna del Maestro, de Sáenz Valiente y estableció su residencia en Macedo.
A la altura del sitio donde hoy se encuentra Villa Gesell, un grupo de negros salió en una embarcación facilitada por Casto Sáenz Valiente para encender una enorme fogata en el Cabo Corrientes para guiar la ruta de las naves. Al no tener más noticias de este grupo, Brown fue a Buenos Aires y se embarcó en la Fragata Sarandí rumbo al Cabo Corrientes. Sólo llegó la nave Chacabuco. La Buenos aires naufragó en el Cabo de Hornos y la Montevideo regresó a poco de partir, con serias averías. A pesar de ello, como sabemos, Brown nunca se desanimó.
Hoy existe una placa en el corredor colonial de la Estancia Vieja que dice: “En esta casa vivió el ilustre almirante Guillermo Brown esperando el arribo de una escuadra para iniciar desde las proximidades, un crucero a las costas de Brasil durante la guerra de 1826. Homenaje de la Dirección del Museo Histórico de Luján – 1940”

Leyenda en campos de los Sáenz Valiente:
La Muerte de Santos Vega

Sucedió en el año 1825 y fue narrada por Nicolás Granada, un testigo presencial. La encontramos transcripta por Rafael Velásquez en su libro “Ensayos de Historia y Folklore Bonaerense”. En la estancia era capataz don Pedro Castro.
Hacía tiempo que el popular cantor se había eclipsado. Mil conjeturas fantásticas corrían a raíz de esta misteriosa desaparición.
Una tarde, estando tomando mate en la cocina de la estancia Boca  del Tuyú de don Casto Sáenz Valiente (hoy de Leloir), vimos llegar a un viejo flaco y achacoso acompañado por un peoncito, un niño, que traía un peludo muerto, cogido por el rabo. El viejo saludó y, con acento opaco y palabras entrecortadas, pidió permiso para arrimar al rescoldo el silvestre animalejo, cuya carne era la única que comía.
Quién sabe por qué secretos indicios, el capataz y los peones ya se habían dado cuenta que el huésped aquél era el famoso Santos Vega y acordaron con respeto el permiso.
El viejo se acomodó en el rincón más oscuro de la cocina, sintiéndosele gemir bajo el rebozo de su poncho.
La noticia de su presencia empezó a cundir  y pronto una muchedumbre silenciosa y admirada empezó a rodear el rancho, introduciéndose los más audaces en su interior negro y ahumado.
Allí cerca el mar batía su imponente sístole y diástole, trayendo lejanos murmullos de tempestades dominado por el grito agudo de las gaviotas.
Un pobre loco hermano del capataz que se albergaba en la casa de los señores Sáenz Valiente, vagaba en los alrededores del rancho escuchando como indiferente los comentarios de esta extraña aparición y el estado agónico del poeta nómade.
En la playa el río Tuyú se precipita al océano formando islotes poblados de talas. Allí el mar aglomera restos de naufragios, mil despojos de terribles siniestros.
En el medio del rancho el fogón dora lentamente el asado y hace rezongar el agua que hierve en las calderas. Peones viejos con barba y piel curtida mantienen la actividad del fuego.
El niño acompañante de Santos Vega da vueltas sobre las brasas al armadillo.
En la puerta, siluetas de paisanos en actitud contemplativa y respetuosa. En el rincón más apartado del rancho, un bulto que se contrae sobre sí mismo en medio de rápidos estremecimientos como a modo de quejidos.
Nadie se anima a acercarse al misterio aquél, a interrogarle, a ofrecerle una ayuda, que les parece irrisoria, tratándose de aquella entidad superhumana.
De repente el bulto vacila y se desploma en silencio.
 ¡Santos Vega acaba de morir! Los hombres del desierto se descubren como en un templo y de sus pechos rudos surge el murmullo de una oración.
Viene de lejos, de la desierta playa, una canturria monótona y los golpes de un martillo. Es el loco que fabrica un cajón con los despojos de las naves náufragas para sepultar los restos del Cantor de la Pampa.
Es ese ataúd lo entierran bajo un tala frondoso en la isla mayor de las que cierran la barra del Tuyú. Sobre el Atlántico.
Allí donde muere la pampa en la amarga caricia del océano, duerme eternamente el paisajista oral de nuestras majestuosas bellezas naturales, representante genuino de la nueva raza.


Bar La Victoria


ETAPA POSTERIOR A CASEROS
En 1855, ya en la etapa de reconstrucción nacional, los Sáenz Valiente dieron al agrimensor Justiniano Lynch la mensura de la estancia, quien partió desde el mojón Costilla de Ballena, colocado por Senillosa, llamado así por haber sido marcado con una osamenta de ese animal traída de la orilla del mar. No hubo testigos llinderos, sólo estuvo Martín de Alzaga, como vecino, el primer día, en una soledad que define al áspero paraje de esos días. Escribió Lynch que, por su título, pertenecían a los propietarios 12 leguas cuadradas, quedando 3 para el estado. Y comenta que los propietarios pueden concurrir a comprarlas “si les conviene”.

Terminada la demarcación, los Sáenz Valiente vendieron a sus familiares Alejandro y Federico Leloir 4 leguas cuadradas y comienzan una explotación en sociedad.

En 1963 la sociedad Saenz Valiente-Leloir reclamó las 3 leguas cuadradas, juntamente con el Sr. Lahezic, quien en 1870 las cedió a favor de los primeros. El remanente fiscal resultó ser de 8.201 hectáreas. Ese año de 1870 falleció Anselmo Sáenz Valiente y la sucesión dividió en tres estancias de más de 4 leguas cuadradas el campo Macedo. La adjudicación se sacó a suerte del sombrero y resultó:
*Laguna del Maestro para Casto Sáenz Valiente – Llamado Lote Nº1, tiene 3 leguas de frente al oeste sobre la Laguna del Maestro y legua y media de fondo, lo que hace cuatro y media leguas cuadradas.
*Macedo para Alejandro y Federico Rufino Leloir – Lote Nº2. Tiene la polación principal de la estancia Macedo – Mide una legua y media de frente por dos y media de fondo, o sea tres y tres cuartas leguas cuadradas.
*Arroyo Chico para Anselmo Saénz Valiente hijo. Lote Nº3 – Mide una legua y media de frente por dos y media de fondo, o sea tres y tres cuartas leguas cuadradas.
A Macedo y Arroyo Chico que son fracciones menores, se agregará por partes iguales la fracción del gobierno pedida en compra. 
Se dice en la familia Leloir que la pérdida de Macedo ocasionó un gran disgusto en la familia Sáenz Valiente.
Galpones y depósitos hoy

1860 - La estancia Macedo, compuesta por 8200 hectáreas de médanos vivos enmarcados por guadales, fue el asiento de las autoridades municipales a partir de este año. Alejandro Leloir ocupa el cargo junto al de Comandante del Regimiento 5º de Caballería de Campaña acantonado en la estancia. Difícil tarea, ya que, por las luchas entre la Confederación Argentina y la provincia de Buenos Aires, había continuas requisas compulsivas de caballos con destino a las tropas porteñas en operaciones.

En 1863 asumió Emiliano Aguirre como Juez de Paz y continuó la sede municipal en Macedo.
Hay constancia histórica de que el 5º Regimiento estuvo, hasta 1866, comandado por don Alejandro Leloir con asiento en Macedo.
Ese año Macedo contaba con 12 leguas cuadradas alambradas donde funcionaban 24 puestos fronterizos encargados de cuidar y encerrar las ovejas, cría primordial en la explotación. Cada puesto tenía su rancho de dos piezas, quincho y techo de paja.
La población estaba formada por la casa principal con techo-azotea, tejas francesas en sus corredores, con 5 dormitorios. Dos casas para peones de ladrillo asentado en barro con techo de chapa, una de 31x5 y otra de 19x5. Dos edificios de 26x8 para carnicería y cochera y galpón de esquila de ladrillo y chapa con amplios aleros y bañadero de ovejas de mampostería. Había una quinta de 8 hectáreas con cerco vivo y alambrado.
El bello parque de Macedo

Cuenta Alberto Mola sobre el boliche de Macedo. En 1870 José Delantero inauguró cerca del casco de Macedo una casa de negocios a la que concurrió toda la gente de la zona en su baile del convite. Pasados diez años, el establecimiento, construido de material con techo de tejas, ya constaba de 7 piezas, una pieza depósito con techo de chapa, tres piezas de tablas y techo de chapa, una de ellas para panadería  con su horno. El despacho tenía un grueso mostrador con rejas en previsión de peleas.
En 1895 don Carlos Santa Coloma – famoso mayordomo de Macedo -  se presenta al Juez de Paz Emilio Herrera, diciendo que el señor Delantero había puesto hace algunos años, a título gratuito, una casa de negocio a cambio de ciertas prestaciones a la estancia. Habiéndola liquidado, solicitaba se lo desalojase, ya que había interesados en arrendar para poner la casa de negocio que hacía falta en el lugar.

En 1887 falleció Federico Leloir pero continuó la sociedad de su hijo Federico con Alejandro Leloir. Posteriormente esta la sociedad fue disuelta y se repartieron los bienes. Alejandro Leloir incorporó la estancia “Arroyo Chico” de los herederos de Anselmo Sáenz Valiente. Esta estancia había sido el escenario del primer encuentro de Felicitas Guerrero con su vecino Anselmo Sáenz Valiente. Recordemos que fue una historia trágica, ya que planeaban casarse cuando un antiguo novio de Felicitas la asesinó.
1929 – En el plano catastral del partido realizado por el Estudio de Ingeniería Gregorio Edelberg, la propiedad se encuentra dividida en dos:
La Argentina de Damasia Sáenz Valiente de Muñiz Barreto  y Macedo de Alejandro y Federico Leloir.
MACEDO
En el plano catastral de Madariaga de 1929, Macedo, de Alejandro y Federico Rufino Leloir cuenta con 28309 has. El límite entre ambas estancias atraviesa la estación Macedo en una línea sesgada. Macedo llega hasta el cordón medanoso del Océano Atlántico e incluye las lagunas Arroyo Chico e Hinojales. El casco donde se encuentra la placa al almirante Brown, se marca sobre una curva del camino vecinal que va desde la estación de Juancho a la de Macedo, en una fracción que en el plano catastral de 2005 figura a nombre de María Leloir de Ham.
1947- Plano Catastral del Partido de General Madariaga - Macedo, con 18101 ha. ya no llega al mar. En su otrora franja costera figuran los balnearios de Villa Gesell y Mar Azul. La parte oeste que lindaba con la estación ha sido fraccionada en 5 campos que se nombran así: Latuf Hnos.; Cía. Gral. Americana; María Isturiz; Anselmo Barcia y Miguel Cané (en Laguna Arroyo Chico)
1956 – En el plano de Alcuaz & Jáuregui Lorda, Alejandro y Federico Leloir han subdividido Macedo en 14 fracciones, a Alejandro le corresponden siete de ellas que suman 8453 ha. A Federico otras tantas fracciones por un total de 9044 ha.
En el año 1958, Raúl Zalguizuri, director del periódico Tribuna de General Madariaga, visitó la “Cabaña y Estancia Macedo S.A.” propiedad de Federico Leloir, donde se encuentra el antiguo casco. Cuenta el periodista que allí se realiza desde 1955 el trabajo de refinación de la raza vacuna Shorthorn, puntal del afianzamiento económico argentino. Todos los puestos de la estancia están comunicados telefónicamente y sus campos poblados por cientos de cabezas de ganado vacuno y ovino. Pero los mayores esfuerzos del propietario, bien secundado por su conocedor encargado, don Alberto Bianchi, están dirigidos a la cabaña.
Toros de cabañas premiadas como Chapagmalán, El Inca de Hughes y Loma Alta de Delfino, han conformado los planteles junto a vaquillonas p.p.c. de San Jacinto de Unzué. En breve la cabaña estará en condiciones de proveer a los ganaderos locales los mejores toros reproductores para mejorar sus planteles.
La histórica usina generadora
1969- En el Plano Catastral de General Madariaga de ese año se observa:
* “Estancias y Cabañas Macedo S.A.” de Federico Leloir abarcan un total de 6321 has., separadas por la entonces ruta 11, hoy 56.
*“Manantiales S.A.” de Alejandro Leloir suma 4469 has. También divididas por la ex ruta 11.








MACEDO HOY

El antiguo casco no ha sufrido el paso del tiempo. Edificada en 1904 sobre una construcción anterior de madera, la casa inició el siglo XX, donosa y bella. Edificada por Federico Rufino Leloir, sigue allí, bien plantada y segura, luego de cumplido su siglo de vida. Construida en dos pisos, remata con una terraza con balaustres. El primer piso -de las habitaciones familiares- está rodeado por un balcón-terraza a los cuatro puntos cardinales también protegida con balaustrada. El techo del porch que rodea la casa y ofrece su frescura a los habitantes, está sostenido por gruesas columnas que han desaparecido tras una enamorada del muro verde brillante.


 Completan el aristocrático conjunto dos chalets del más puro estilo inglés, de edificación anterior al casco, uno de ellosLe pido, si es que es posible, que la cita : "Completan el aristocrático conjunto dos chalets del más puro estilo inglés, de edificación anterior al casco,  uno de los cuales fué siempre habitado por el encargado de turno de la estancia.
LEl otro chalet, que hoy está abandonado, fue en los momentos de esplendor casa de huéspedes y Chalet de invierno, ya que la casa grande, como aún ocurre hoy fue siempre muy dificil de calefaccionar. Ese chalet tenía todas sus paredes enteladas y había en él varias salamandras que funcionaban con carbón de hulla que había que traer especialmente.
  Un gran parque con plazoleta, senador y pileta ofrece sus islas de palmeras, setos de boj, pinos frondosos, magnolias púrpura y especies florales bien cuidadas.
Esta fracción donde se encuentra el casco de Macedo, uno de los más bellos del partido, pertenece hoy al Sr. Máximo Leloir, sobrino y heredero de Federico G. Leloir, fallecido sin descendencia.


Histórico aljibe



Teraza del primer piso
                                                                                  Vivienda del encargado



ANTIGUA ESTACIÓN MACEDO







ESTANCIA LA ARGENTINA
Las tierras pertenecían al Cacique Nicasio Macedo, a quien se la compró el sacerdote inglés Faute. Fueron propietarios Lastra, Anselmo y Casto Sáenz Valiente y Damasia Sáenz Valiente de Muñiz Barreto  quien vendiera a Domingo Alcuaz . Heredó su hijo Francisco Saturnino Alcuaz, cuyos descendientes vendieron a  su actual propietario,  Tadeo Domingo Morello.


Esta extraña y romántica historia que sabe de abandonos e indiferencias, de trueques y negociados, de disimulados parentescos, comienza -me cuenta Tadeo Morello, actual propietario de La Argentina- con una compraventa de tierras entre un sacerdote y un indio, allá por 1700.
El cacique Macedo, de la nación Pampa, había venido de Brasil, del pueblo de Maceio. Nicasio Macedo se decía hijo de cristiano y hermano de Juan Manuel de Rosas. La región donde habitaba con su tribu recibía el nombre del cacique, como fue habitual entre los pueblos aborígenes. Hemos heredado mucha toponimia que evoca a famosos caciques y sus pueblos.

Thomas Faute era un sacerdote de origen inglés, quien abonó a Macedo por las 33.000 hectáreas con diversos valores, como por ejemplo llamativos objetos de vidrio, ese misterioso material tan admirado y deseado por los pampas, que desconocían los misterios de su fabricación. Eran tratos desparejos e injustos que se usaban en esos años en que la tierra era inacabable y los pueblos nómades.
Pero el nuevo dueño no adquirió la tierra para trabajarla. Nunca fue su intención. Pasaron algunos años y Faute vendió la propiedad a Lastra, un hacendado de Chascomús. La tierra siguió aparentemente improductiva, ya que Lastra tampoco le dedicó ninguna atención. Mientras tanto, los hermosos caballos traídos por los españoles, libres en la llanura, se reproducían a sus anchas generando una riqueza silvestre que fue objeto de discordias, malones y guerras en cuanto se la descubrió.
Lastra vendió Macedo años después a Sáenz Valiente, un rico estanciero poblador y pionero con varias propiedades en la provincia.

Es sólo en los 1820, luego de un siglo de pasar de mano en mano, que Francisco y Casto Sáenz Valiente comienzan a trabajarla, en conjunto con los hermanos Alejandro y Federico Leloir. Gervasio Rosas participó en el poblamiento de tierras y servicio de postas administrando Macedo desde 1939 a 1851. Tenía un lejano parentesco y amistad con Casto Sáenz Valiente, hijo de Anselmo y Juana Pueyrredón. Al morir don Gervasio soltero y sin descendencia, legó a Casto su fracción del Rincón de López conocida como Laguna del Maestro (La Argentina). De Casto lo hereda su hijo Antonio Sáenz Valiente y a la muerte de éste su hermana Damasia, quien en 1870 se casa con Jarbas Muñiz Barreto, de origen portugués.
En 1870 falleció Anselmo Sáenz Valiente y la sucesión dividió en tres estancias de más de 4 leguas cuadradas el campo Macedo. La adjudicación se sacó a suerte del sombrero y resultó así:
*Laguna del Maestro para Casto Sáenz Valiente
*Macedo para Alejandro y Federico Leloir
*Arroyo Chico para Anselmo Saénz Valiente hijo.
Me ha llegado que en la familia Leloir que la pérdida de Macedo ocasionó un gran disgusto en la familia Sáenz Valiente.
La fracción conocida como Laguna del Maestro – hoy La Argentina – al morir Casto Sáenz Valiente la hereda su hijo Antonio y posteriormente su hermana Damasia. Ese año Damasia se casó con Jarbas Muñiz Barreto, de origen portugués.

En las inmediaciones del año 1876, Muñiz Barreto desaloja por medio de un juicio al arrendatario del puesto La Argentina y comienza la explotación bajo su dirección.
07/06/1925 – Leemos en el periódico El Argentino: “La Dirección General de Escuelas creó una escuela en el Campo La Argentina, de Muñiz Barreto, en las inmediaciones de la Estación Macedo. Se ha hecho cargo la maestra infantil Srta. María Fernandez”.
Vemos en el plano catastral de 1929 que La Argentina pertenece a Damasia Sáenz Valiente de Muñiz Barreto con 12089 has., cuyo casco se marca al norte de Arroyo Chico y al este de Laguna del Maestro, la que ya no se encuentra dentro de la propiedad.
En 1930 La Argentina se arrienda a Domingo Alcuaz, un amigo de las familias  propietarias. La tierra en ese momento tenía un valor de $60 la hectárea. Finalmente, en un remate judicial, fueron adquiridas por Domingo Alcuaz en 1938.
Alcuaz comenzó en La Argentina con una producción moderna a gran escala, llegando a tener 50.000 yeguas, 18.000 lanares y más de 30.000 vacunos. Fue el precursor en la zona de la siembra de papa.
La estancia comenzó otra producción novedosa: Alquiló durante 5 años unas 3.000 yeguas, cuya orina se utilizaba para producir la Foliculina, medicamento con el que la medicina trataba la estenosis pilórica u obstrucción del duodeno. Esta droga se comercializaba en el exterior. 
Huesos de ballena

El arrendamiento de las yeguas costaba $30, por lo que comenzó a comprarlas a 4.5 con potrillito de un año al pie. Pero sucedió que, durante la primera presidencia de Perón, a este medicamento se le aplicó  un impuesto muy elevado lo que motivó el cese de la producción y la comercialización de las yeguas en Chile y Uruguay.
En el Plano Catastral de Partido de General Madariaga de 1947 La propiedad La Argentina en su totalidad, 12089 ha., ha pasado a manos de Domingo Alcuaz.
En 1947 murió Domingo Alcuaz y las tierras fueron heredadas por sus tres hijos, de los cuales dos fallecieron en los siguientes cinco años.  Siguió con la administración el menor,  Lucio Alcuaz, quien se dedicó  a la cría y engorde de novillos.
El plano catastral del partido de 1956 muestra las nuevas fracciones, que pertenecen ahora a Alban-Calmejane, Dorado, Rospide y Luchini. Rodeo Chico y Durazno, al sur de Arroyo Chico, con 2076 ha., pertenecen también a la firma Alcuaz.
En el mapa del partido de 1969, se observa que la fracción de Domingo Alcuaz se ha dividido. Recibe Haydee Martino de Alcuaz e hijos 2076 has. al sur de Arroyo Chico, en sucesión de Francisco Saturnino Alcuaz, quien al momento de su fallecimiento era intendente de General Madariaga.
Los vecinos de Madariaga recuerdan las maravillosas reuniones políticas, que eran fiestas con asado y bailes, realizadas por el generoso y alegre caudillo. Persona original y muy apreciada, cada Navidad demostraba su buen corazón llenando un enorme camión jaula con corderitos, que bajaba por cientos en casa de sus amigos. Sin esperar ni decir una palabra, lo ataba al árbol de la vereda para que la familia lo encontrase al salir. Una hermosa broma que nos hacía sentir bien. Alcuaz mostraba a sus visitantes un enorme y añoso eucalipto, para rodear cuyo tronco debían reunirse cinco o seis personas.

En 1994 la estancia es adquirida por Tadeo Domingo Morello, su actual propietario.
Una curiosidad de la zona es el descubrimiento de innumerables huesos de ballena en varias estancias desde Macedo hacia el sur y hasta la costa. Recordemos que Senillosa, el agrimensor de Rosas en 1830, colocó mojones con costillas de ballena que hallaba en los campos. Varias estancias tienen asientos hechos con vértebras de este animal y costillas formando arcos de entrada. La Teoría es que en la antigüedad el mar cubrió toda esa zona y luego se fue retirando. 

ESTANCIA VIEJA
DE AGUSTÍN GARCÍA BALCARCE


Como digimos, el casco de esta estancia, que formara parte de las extensas posesiones originarias de los Sáenz Valiente-Leloir en Macedo,  fue la residencia del Almirante Guillermo Brown durante el sitio de Buenos Aires impuesto por la escuadra brasilera.

 Hoy existe una placa en el corredor colonial de la Estancia Vieja que dice: “En esta casa vivió el ilustre almirante Don Guillermo Brown esperando la arribada de una escuadra para iniciar desde las proximidades, un crucero a las costas del Imperio del Brasil, durante la guerra de 1826. Homenaje de la Dirección del Museo Histórico de Luján – 1940”


   
La placa es un homenaje merecido al creador de la Armada Nacional. El Almirante Brown dio lugar al nacimiento de nuestra marina de guerra. Fue sombrosa su acción en la época heroica y dolorosa de la gestación de nuestra nacionalidad.
Estancia Vieja tiene hoy 1090 hectáreas. La casa colonial, pintada de color rosa, con sus ventanas enrejadas, se encuentra en amorosamente conservada y nos comunica el encanto de las tradiciones patrias que son guardadas. Rodeada por una verja de hierro, en uno de sus pilares vamos se puede ser la placa.
Su capillita atesora un  Cristo tallado en el norte Argentino, joya de la imaginería indígena.
Cuenta una historia que la familia ha pasado de boca en boca, que en esta casa falleció la madre de Federico y Alejandro Leloir.


ESTANCIA EL DESCANSO

En 1951 adquirió en remate a la familia Leloir este campo perteneciente a Macedo, don Elías Asmar. A su muerte fue heredado por sU sobrino Carlos Asmar.
Hoy es propiedad de los sucesores de Carlos Asmar: Mariano, Mauricio, María Marta y Carolina. La casa principal data de 1907,  año de fundación del Pueblo y Colonia Divisadero (General Madariaga). Reciclada por Mariano Asmar, quien hoy administra la propiedad, luce encantadora porque ha conservado los rasgos originales de las edificaciones de principio del siglo XX que la inteligente restauración ha sabido conservar. Con su techo de chapa, esquineros con molduras, altas ventanas, es hoy, como su nombre lo indica, el lugar de descanso y retiro para los fines de semana de la familia, que radica en la ciudad.

FOTOS ACTUALES DE "EL DESCANSO"

 




ESTANCIA ARROYO CHICO
Al fallecer Anselmo Sáenz Valiente, heredan su viuda, doña Juana Pueyrredón y  sus hijos Anselmo, Samuel, Anita, Laura, Eduardo y Luisa. Eduardo es quien administra Arroyo Chico.
Hoy Arroyo Chico pertenece a Juan Santamarina. Es un casco cuidado con amplio parque, y una moderna explotación rural.